Las cuatro virtudes cardinales son, desde tiempos de Platón, la justicia, la fortaleza, la prudencia y la templanza. Estas características son las que, según el pensamiento occidental, han de impregnar todo comportamiento humano para llevar una vida recta. En el lenguaje más concreto de las relaciones laborales, donde se entremezclan conceptos económicos y psicológicos, sobresalen otras cuatro imprescindibles cualidades:
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mindfulness (traducible como “atención plena”),
resiliencia,
empatía y
felicidad.
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