Carta a una hija
Quisiera estar seguro, hija mía, de haberte enseñado… a decir o callar según tu conveniencia, a quedarte con el crédito por tus logros, a superar la adicción a ser aprobada por los demás, a no absorber las responsabilidades de todos.
Quisiera estar seguro, hija mía, que aprendiste… a ser consciente de tus sentimientos, a no perseguir el aplauso sino tu satisfacción, a dar porque quieres y no porque crees que es tu obligación, a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo.
Antes de morir, hija mía, quisiera saber… que aceptas tus limitaciones sin enojo, que no impones tu criterio ni permites que te impongan el de otros, que dices que SÍ solo cuando quieres y dices que no sin culpa, que eres capaz de vivir en el presente, que aceptas el cambio y que revisas tus creencias, que llenas primero tu copa y solo después la de los demás.
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado…a planear tu futuro pero no a vivir en él, a valorar tu intuición, a celebrar la diferencia entre los sexos, a tratar y exigir ser tratada con respeto, a desarrollar relaciones más sanas y de apoyo mutuo donde la comprensión y el perdón sean prioritarios.
Antes de morir, hija mía, quisiera saber… que aprendiste a aceptarte como eres, que no miras atrás para ver quién te sigue, que eres capaz de crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos, que te permites reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón.
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado… a no idolatrar a nadie, y a mí, que soy tu padre… menos que a nadie.
Autor: Jorge Bucay